sábado, febrero 11, 2006

Desayuno, 11-04-2005

En una de esas, a lo mejor, ni siquiera se encontraban convencidos de lo que estaban haciendo el Gerente General de mi empresa (Julio Martínez) y el encargado de RR. HH. (Calvin Klein), cuando nos sentamos a desayunar con ellos y tratamos de comunicarnos. Al final, la gran mayoría, solamente se dedicó a verse de una forma diferente, ya que a primera hora de la mañana podíamos sentirnos como parte de la metáfora.

Entre frutas frescas y pan especial, trataron de hacernos sentir como iguales. La servidumbre estaba preparada para cumplir su rol autómata y nosotros indefensos ante tanta carga comunicativa, tratamos de actuar sin nuestra humanidad cotidiana. Sacados de nuestros cubículos y traslapados a una posición neutral con quien, supuestamente, nos dirigía y además con quien, también suponiendo, nos defendía. En un extremo Martinez y por el otro Klein – siempre me pregunté donde estaban los Sotos y los González-.

Preguntó en ese momento Martínez quien tenía algo que acotar, a lo que él ya había discurseado –digo esto ya que había un patrón definido en sus palabras y eso se notaba-, pero saltaban los mismos y con los mismos comentarios. Al parecer, no existía nada que se pudiera decir con la verdadera entereza para lograr que nuestra empresa viera más allá de lo evidente. Sin problemas se veía que la comodidad estaba del lado de ellos y la frustración del lado nuestro.

Pero no importaba demasiado, ya que el plan maestro se cumplía sin contratiempos, para mantener a la huestes alineadas. Sin embargo, no había caso cuando afloraban esos pequeños contratiempos que tenían que ser descubiertos por nuestro capitán y ninguno de su oficialidad le hacía ver o, simplemente, no lo veían por ninguna parte. Desde ese momento, comenzaba la trepanación hacia las barreras que todos nos auto imponíamos para no caer en descrédito, ni en desgracia.

Yo ya veía como todos estaban dispuestos a crucificarme y ¿que podía hacer si ya estaban en condiciones y, tiempo a tras, ya les había dado el argumento de hacerlo? Entonces, después de haber preguntado y respondido cualquier cosa, se me iluminó todo al ver cuan desordenados estábamos haciendo las cosas.

Todos, en un momento dado, comenzaron a decir sus problemas de comunicación y de cuanta dificultad se originaba por el solo hecho de interponerse entre el producto y el receptor final. No había caso, de todos lados surgían los alaridos de un gentío que solo respondían a las puntualidades y no a las dinámicas. Ahí fue donde comenté un solo hecho preponderante que, para mí, ya estaba fuera de discusión:

“No podemos competir si es que existe un Mall antes que nosotros aparezcamos”

Fue todo lo que acertadamente logré indicar antes de mi desintegración al interior de la empresa. El problema ya estaba originado, desde hacia tanto tiempo, y se agudizaría aún más si es que seguíamos al interior de nuestra empresa anteponiéndonos barreras. Éstas podían ser de cualquier índole, pero las más graves estaban siendo las que nos bloqueaban con el cliente, interno y externo.

Eso fue lo que pasó entre jugos de naranja y agua, todo ello servido en copas, frutas, delicado pan a nuestro gusto y cuanta leche, te y café quisiéramos degustar. Ahí estaba la metáfora y ella condicionaba para atrasar en la labor, extraer indicadores y ver cuanto nos faltaba para ser algo mejor. Sin embargo, de quien se suponía nos comandaba obtuvimos una frase cliché, pero frase al fin y al cabo: “Si tiene una idea y esa idea se merece todo, sigan hasta el final con ella”.

Por mi lado, opté por el
progreso

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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