Las únicas realidades por las que vale la pena luchar son divinas, espirituales y eternas. Sin embargo, el hombre tiene derecho a gozar de los placeres físicos y a satisfacer afectos humanos, se beneficia con la lealtad a las asociaciones humanas y las instituciones temporales.
Si no existen las lealtades humanas, ni tampoco con la instituciones, éste está autorizado a desvincularse de ese precepto y mantener su lucha aunque la afección tenga un ribete de alto costo.
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